Cuando hablamos de una persona que emprende, utilizamos emprendedor y empresario como si fuesen sinónimos. Sin embargo, y aunque ambos hacen referencia a una misma figura, lo cierto es que existen ciertas diferencias entre ellos que, en la práctica, hacen que estemos hablando de diferentes personalidades.
No en vano, la desvirtualización de la palabra empresario, tan denostada en nuestro país, ha hecho que la mayoría de personas que ejercen una actividad por cuenta propia prefieran ser definidos como emprendedores. En realidad, no todos pueden serlo. Las diferencias entre unos y otros son más que significativas.
Qué significa ser emprendedor
Un emprendedor es un trabajador que lucha por cumplir su sueño. Trabaja en lo que realmente le apasiona y, quizá por eso, no tiene horarios y lleva la flexibilidad por bandera. Se asume que su proyecto tiene una serie de necesidades que muchas veces no pueden esperar, y los plazos están tan acotados que no siempre es posible determinar un horario de trabajo fijo.
El emprendedor no tiene un lugar de trabajo físico. Puede trabajar desde casa, desde una oficina de coworking o, incluso, desde la propia playa. Para ello, necesita estar continuamente conectado y adaptado a las nuevas tecnologías, de modo que tiene un perfil mucho más digital.
Por último, un emprendedor pone el foco más en hacer crecer su negocio que en el dinero que pueda obtener. La parte monetaria es absolutamente secundaria; si se hacen las cosas bien, los resultados irán viniendo y siempre habrá tiempo de obtener un salario. No existe competencia como tal, ya que ellos son su propia competencia y esperan no ser devorados por su propio negocio.
El emprendedor, además, se suele sobreponer bien a cualquier resultado o circunstancia adversa y encontrar soluciones rápidas. Su capacidad de adaptación es tal que puede cambiar su forma de trabajar de un día para otro. Sin duda, es todo un todoterreno.
Qué significa ser empresario
Un empresario suele ser una persona que está bajo la gestión y administración de un negocio ya consolidado en el mercado, pero no tiene por qué ser suyo. No suele cumplir ningún sueño con ello, y el dinero es absolutamente primordial en estos casos. Tiene claro cuál es su agenda, por qué están haciendo horas extras y, sobre todo, desde dónde tiene que trabajar para vigilar continuamente su negocio.
Los empresarios, además, suelen ser reacios a realizar implementaciones en nuevas tecnologías que sirvan para digitalizar el negocio. Suelen ver estas inversiones más como un gasto, y no consideran que sirva para reducir costes ni en ayudar a sus empleados.
Pero no todo iba a ser negativo. La experiencia es un grado, y en el mundo de los negocios, puede marcar la diferencia. A los empresarios tienen muchos años a cuestas y, por eso, saben dónde poner el foco para adelantarse a los problemas, y no sobreponerse a ellos cuando ya se hayan producido.
En cualquier caso, aunque parezca que la definición de empresario está más denostada, lo cierto es que, al fin y al cabo, lo que importan son los resultados y hacer que la empresa prospere. Un objetivo compartido por todas las empresas y que, al fin y al cabo, es el verdadero leimotiv de quien tiene que gestionar un negocio.
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